Todos los metales tienen propiedades que con la interacción del medio ambiente, uso y productos químicos a los que esté expuesto, puede presentar corrosión y oxidación. Esto incluye al acero inoxidable, que si bien tiene propiedades que mantienen la oxidación a raya, eliminar esta oxidación puede provocar la corrosión. La oxidación se genera de manera natural por el contacto con el medio ambiente y es una reacción que sucede de manera superficial, se presenta como coloración café, rojiza o naranja del material que varía según cada metal. Con ciertos cuidados puede eliminarse esta oxidación sin presentar ningún daño real. Sin embargo, la corrosión es un problema más profundo que deteriora la materia. Es importante cuidar que los materiales no estén corroídos ya que pueden provocar un rompimiento de la pieza o estructura, lo que llevaría a un accidente. ¿Qué pasa con el acero inoxidable? Como su nombre lo indica, el acero inoxidable tiene propiedades que hace resistente la oxidación común, no significa que no se oxida, sino que no lo hace como los demás metales. Se forma una capa delgada y verdosa que es parte de su oxidación y que protege del contacto con el medio ambiente, por lo que detiene la acumulación de más óxido. La corrosión por otro lado, se da por el contacto del acero inoxidable con otros químicos que rompen esta oxidación protectora y penetran, cambiando sus propiedades y debilitando la materia hasta su corrosión. La mejor manera de cuidar el acero inoxidable es limpiando constantemente la superficie con productos que no sean abrasivos, quitando manchas que puedan debilitar la capa protectora y evitando tallarla con fibras metálicas. También existen productos que brindan capas de protección, agregando un brillo que hace más estético este metal, sobre todo cuando se trata de estructuras que son visibles y tienen contacto con alimentos, o forman parte de la decoración o funcionalidad de un edificio.
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